Llevado a cabo en 1917 por un
equipo de investigadores cuyo líder fue Philip Zimbardo de la Universidad
Stanford fue un experimento muy
controversial debido a exceder los límites del método científico, así como su
falta de ética, el cual buscaba medir la profundidad del odio humano. Se dividió al grupo en cuestión en “prisioneros”
y “oficiales”. Se realizó en una cárcel falsa creada en el sótano de la Universidad
Stanford, seguidamente los prisioneros fueron arrestados, desnudados, entre
otras humillaciones. Al siguiente día, los prisioneros se rebelaron y los
oficiales, en reacción, fueron extremadamente violentos. Esto se dio de manera cíclica,
demostrando así que el ser humano guarda tendencias malignas en su interior.
Este experimento que debió durar 14 días termino en 6 ya que el abuso
irracional era demasiado y la vida de los “prisioneros” corría peligro.
El fin de este experimento se dio
cuando una estudiante de postgrado (actual psicóloga) Christina Maslach objetó
que la prisión mostraba deplorables condiciones. Zimbardo se sorprendió que
dijeran eso ya que hubo muchas personas que habían entrado a la “prisión” y
ninguno había dicho nada, es más, mostraban indiferencia ante el trato hacia
los prisioneros. Con esto podemos llegar a la conclusión que el odio humano es
acumulativo y al ser exteriorizado puede tornarse violento físicamente, y que
incluso las personas pacíficas, en cierta forma, las “buenas personas”, pueden
llegar a demostrar violencia sádica si es que les es permitido.
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