En el mundo existen muchos y diversos grupos
sociales diferenciados entre sí por su ubicación geográfica, color de piel,
facciones, progreso y desarrollo del país donde habitan. Si bien muchos de
estos grupos habitan en las mismas esferas culturales, no comparten ciertas características.
El ser humano tiende a agruparse y lo hará con individuos similares a él. Asimismo, adoptara la ideología y costumbres
del grupo en el que vive.
Un ejemplo evidente es la ciudad de Lima
donde conviven todo tipo de razas, obviamente, con diferentes realidades
cotidianas. No es lo mismo el limeño de La Molina al limeño de Comas. La
desigualdad social es un mal mundial en el cual podemos distinguir el norte
rico y el sur pobre, aunque, con ciertas excepciones como Brasil o Australia quienes,
estando en el sur, logran una economía estable y un buen nivel de educación y
esperanza de vida. Una sociedad utópica es una en la cual el éxito es para
todos por igual y la desigualdad no existe, por ejemplo la sociedad descrita en
Walden Dos (Skinner, 1948). En esta comunidad todos sus miembros son personas
felices, tienen reducidas las horas de trabajo y pueden dedicarse a lo que
quieran en su largo tiempo libre. Obviamente, como su nombre lo indica, es utópica,
es decir, imposible de lograr, reforzada con los males de nuestra sociedad; una
sociedad intolerante, excluyente, violenta, etc.
Psicológicamente, la desigualdad va ligada al
miedo, a la intolerancia, pero también presenta un fuerte elemento económico.
Desgraciadamente, la sociedad actual tiene como principal motor al dinero y
este es un factor determinante en la diferenciación por grupos o clases
sociales.
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